RAMOS SUCRE Y LA EXACTITUD DE LA PALABRA


Henry Tovar 

         Reclama nuestra atención la paradójica inquisitoria de un profesor por el uso diverso de conjunciones alternativas al que relativo (cual, quien, cuales, quienes, cuyo, cuya, cuanto). El monocorde uso del que mencionado es explicable por cierta dosis de desdén hacia el conocimiento de aspectos fundamentales de la gramática, como son las conjunciones. Asimismo, del idioma en general y del arte de usarlo y recrearlo. ¿Por qué debo decir “el hombre del que te conté” y no el hombre o la mujer de quien te hablé? O, La mujer de la cual (pronombre relativo) te hablé. Por qué ignorar la inoportunidad del “ahora es que,” envés de ahora es cuando. Por qué decir más de lo necesario, por lo menos sin conciencia. Valga el ejemplo: “la complejidad acumulativa que se observa”; en vez de la complejidad acumulativa observable. Por qué repetir la expresión del artículo de un investigador: “la forma en que se comportan,” contraria al más conciso modo: “la forma como se comportan.” “Así es que hace,” (que galicado). “Así es que se gobierna” ¿y se dice? No. En ningún caso. Se puede decir como se quiera dentro de lo habitualmente aceptable. Y, en el primer caso, sin descalabrar. Pocos, disentirán de la inexactitud y de la iniquidad de su uso. Nuestro asunto objeto de atención es el rosario, la ristra de requerequeques.   

 Existe un mal y reiterado uso del que relativo, inaceptable en el ámbito académico y para quienes ven “en la quiebra de la lengua (…) la quiebra de la cultura, de la sociedad y del espíritu.”[1] En modo alguno fue Ramos Sucre, un maniático, como lo tildó Paz Castillo, por haber proscrito de sus poemas “la palabra que,” lo cual no es cierto. “¿No es la lingüística una forma de manía de este autor?” se preguntó en algún momento el poeta y ensayista de Reflexiones al Atardecer.

         José Antonio Ramos Sucre, descendiente de la familia del Gran Mariscal y poliglota en doce o catorce idiomas, disminuyó progresivamente en sus poemas el que relativo, y en otros casos eliminó otras formas expresivas, buscando mayor exactitud, sencillez y claridad. Fue suprimiendo, en sus libros el uso de pronombres relativos y conjunciones causales (porque, ya que, puesto que) o finales (a fin de que) conjunciones espaciales (en donde, donde, de donde, desde donde, por donde) temporales (cuando) adversativas (pero, más, no obstante, sin embargo). Las eliminó en sus creaciones literarias y en particular de su poética, para demostrar, por lo menos, su inocuidad funcional en la escritura estética.

 El lenguaje vulgar y el escrito constituyen dos dimensiones de la realidad dentro las cuales no debería existir un abismo. El pensamiento y el habla requieren de convenciones lingüísticas. ¿Cómo entender que quien pretende enseñar y evaluar aprendizajes de nivel superior, se sorprenda y niegue con pocos argumentos la validez o la importancia de estos temas primordiales? 

 Ramos Sucre hablaba en griego y latín, idiomas en los cuales, esos o aquellos “trinquetes,” son inexistentes. Su comedido uso lo hizo, es dable imaginar, para el logro de mayor concisión y presteza del lenguaje castellano.  Después de mucho leer y foliar nos fue verificable su desuso en la prosa de los buenos escritores. “Escribir bien se reduce a escribir con expresiones exactas”[2] - habría escrito el solitario escritor cumanés - valga decir, sustituyendo las expresiones sobrantes y todo lo, por ocioso, redundante.

 Las tales conjunciones no son signos de atraso respecto a idiomas arcaicos o no. Existen, cumplen una función. Han enriquecido al idioma. De hecho, su buen uso en la novela o en la vida corriente, -reproduciendo el lenguaje ordinario, - son recursos estilísticos de imprescindible valor para los escritores y para los mercaderes de la palabra en los mercados de audiencias y en el uso de la comunicación habitual. De modo excepcional, constituyen un problema. Por ejemplo, cuando docentes o escritores ignoran estas cosas y se solazan en el queísmo, por síntoma de incultura, en el sentido expresado por Rafael Cadenas, para quien la distancia entre el lenguaje escrito y el hablado ha sufrido tal ensanche que pudiere llevar a la existencia de dos lenguas, como habría ocurrido en otras culturas. [3]

 Otra observación de fondo con relación al uso de las conjunciones es saber coordinar las oraciones. Saber relacionar la oración antecedente con la siguiente, minimizando la cantidad de conjunciones, o yuxtaponiéndolas, para prescindir de los enlaces, por innecesarios o por motivos estéticos (y -e- ni, que, pero, sino, aunque, mas, cual, tal, o, u, pues, porque, luego, conque). Incluso, el confinamiento de frases conjuntivas (sin embargo, no obstante, antes bien, fuera de, que no, de modo que, por eso, por lo cual). Formidables para la expresión fluida de una conversación, no así para la imaginería verbal. No se trata de proscribir, sino de no exagerar o ignorar reglas elementales de la gramática de Don Andrés Bello. Ignoro la de Nebrija.

 Quienes exceden el uso escrito de las nombradas locuciones, limitan posibles formas de expresión. “Ni calvo ni con dos pelucas, habría dicho mi madre.” Convertir estas frases en moldes, cual galleticas o panelitas de San Joaquín, puede ser un ejercicio castrador, restador u omisioso de creatividad en el lenguaje escrito. Su uso forma parte del arsenal de la retórica, arte de la locución, cultivada en la antigüedad por pensadores, mercaderes, parlamentarios y políticos. Son buenas para fablar mucho y decir poco. Son aptas y estimadas para platicar, exponer ante diversas audiencias o en la elaboración de manuales e informes técnicos. No tanto en las mejores formas de expresión escrita como la prosa, el canto, poesía, las filosofías. Actualmente, se considera un error, el desterramiento de la retórica en los programas de estudio de la educación formal.

   Por cierto y por si acaso, Marga, no busques el significado de omisioso. Una de las virtudes de Ramos Sucre fue su persistente pasión por los neologismos, creados dentro del rigor y las normas del lenguaje. “Un buen escritor -decía Ramos Sucre- es el que usa expresiones insustituibles”. Nadie escribe limitando su pensamiento con normas gramaticales. “No os preocupéis”. El orden y la selección vienen luego. Motivo por el cual es lícito, el espontaneo lenguaje corriente, como estructura distinta del lenguaje escrito, adaptado al buen pensar y decir. Por supuesto, “el comercio” diario con la lectura y la escritura, de modo irremediable, instituye el bien pensar, decir y el mejor escribir.

 Pareciera que una de las legítimas aspiraciones del poeta insomne, estaba en proponer o burilar formas expresivas, considerando la yuxtaposición de oraciones, como predominantes, por preferentes motivos sintácticos y estéticos. Imaginemos su argumento crítico y por mampuesto la defensa de su sanidad mental: No abolí el uso del que, no me era dado hacerlo; en cada caso, merecido trato di. Mi pasión fue la palabra, su exactitud, los sustantivos como centro, y por de menor jerarquía, los adjetivos calificativos de luminosa resonancia; nunca, las conjunciones impropias o los escombros de palabras indiferentes o extraviadas. Ni el griego ni tras este el latín, fueron en mí, pasiones oscuras de nostalgia medieval, por estético retorno a pasados extintos; solo la invocación de voces heredadas y una bella y negada mujer, cautiva de sus padres, por nuestra compartida estirpe, fueron mis amores explícitos y aun secretos.        

 Finalizando, te recomiendo la lectura de Papá, (Seix barral), novela breve del oficiante escritor argentino Federico Jean Mairé (2007), obra rebelde, y tan conmovedora, que me hizo llorar. Te reproduzco parte de un fragmento, de uno más extenso de la página 108:

 “...me cuenta que él pensaba que hoy no iba a visitarlo, porque era miércoles, que, si acaso se me ocurrió no ir a dar clases, que no me haga el loco, que él no está mal como para que yo lo use de fácil excusa para dejar de dar mis clases. Le dije que no, que apenas pase un rato para saludarlo, que se trata de una visita de rutina, una corrida que acostumbramos los masajistas, que dentro de un rato ya me voy, que no se preocupe tanto por mis alumnos, que tengo la más absoluta certeza de que ellos no se molestarán tanto como él si yo faltara, que quizás su molestia se deba al hecho de que nunca, todavía, él no se ha animado a ser mi alumno”.

 Como puedes ver, un uso literario y magistral del que, por reproducir, de modo elegante o artístico, el habla común.

 

 

 

 



[1] Rafael Cadenas (1991). Anotaciones. p,15. Fundarte. Alcaldía del Municipio Libertador 

 [2] Esto lo escribe Hernández Bossio, Alba Rosa (1988) en su Obra Ramos Sucre, la voz de la retórica. Monte    Ávila editores, p,69. 

[3] Anotaciones, p14 (1991) Fundarte. Alcaldía del Municipio Libertador  

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